Los problemas de la oposición

Ayúdanos a compartir la noticia

La oposición debería tenerla fácil en las elecciones presidenciales de 2026 porque el antipetrismo es mayoría, pero las dinámicas electorales no son tan simples. La oposición se ha fabricado un escenario electoral riesgoso.

El antipetrismo puede resultar siendo un espejismo electoral porque no es un partido político, ni siquiera una coalición coherente, sino una montonera de contradicciones y zancadillas. En segunda vuelta podría hacer resurgir el antiuribismo, que es un “anti” casi tan potente, y neutralizar la ventaja antipetrista.

La oposición está despilfarrando la ventaja natural de enfrentar a un Gobierno caótico porque también es caótica, sin líder ni estrategia distinta al antipetrismo, mientras que su contrincante está cohesionado, controlando la agenda pública y enfocado en una estrategia electoral probada y afilada: forzar un clima político radical mediante el caos para que lleguen a segunda vuelta dos candidatos extremos, y así tratar de repetir la hazaña de 2022. Petro sabe que su kriptonita es un candidato de centro, seguro para los múltiples antipetrismos, que según encuestas barrería en todos los escenarios de segunda vuelta. Por eso buscará instigar e inflar un candidato extremista de derecha que no alcance a recoger todo el antipetrismo y sea vulnerable en segunda vuelta, mientras presenta un candidato más moderado que él.

Los problemas de la oposición son de polarización, división, falta de ideas. El peor error ha sido apostar todo a la polarización, que es la herramienta del populismo y le conviene a Petro. Se dejó provocar sin entender que la polarización busca radicalizar las banderas para congelar los bloques electorales de las elecciones pasadas. Petrificándose, le cedieron la agenda pública, limitándose al papel de activistas del no cambio. Sabotearon su propia estrategia de hacer las elecciones un referendo sobre el gobierno al permitir que Petro las subjetivizara.

La división de la oposición en mil pedazos la hace ver débil y, sobre todo, incoherente. Es normal que haya aspirantes de distintas tendencias, pero parece ingenuo pretender que un candidato antipetrista logre acomodar a los seguidores de extremistas y moderados. Si el candidato petrista se deslinda de políticas del presidente como la de hidrocarburos, de los discursos radicales, de comportamientos personales de Petro, y resalta las debilidades de los sectores que apoyan al candidato antipetrista, como la clase política, el uribismo, entre otros, divide ese electorado. Si el candidato antipetrista es un radical de derecha, normalizará los radicalismos petristas y los votantes de centro encontrarán tantas preocupaciones en uno como en otro. La fórmula de Alvaro Uribe de camuflarse tras un candidato aparentemente moderado ya se desgastó con Iván Duque, y falló totalmente con Federico Gutiérrez, que ni siquiera llegó a segunda vuelta.

La obsesión antipetrista viene resignando a la oposición al cómo –las formas de la democracia, el decoro presidencial, etc.– y dejándole el qué a Petro –la inequidad social, las reformas– que tiene más carne electoral. Por reactiva a Petro se está limitando a las ideas que este combate, que son, en su mayoría, del pasado y fundamentalmente uribistas, conservadoras y para otra época.

Por Avaro Forero Tascón para El Espectador

PUBLICIDAD

ENVÍANOS TUS INQUIETUDES, TU OPINIÓN ES MUY IMPORTANTE

CONTENIDO RELACIONADO