Columna de opinión, basada en el documento “POT: Discusión entre intereses y propósitos de ciudad” de Luis Fernando González Giraldo
La historia urbana de Yopal, capital del Casanare, es un espejo de muchas ciudades intermedias colombianas: crecen sus mapas, pero no su calidad de vida. El documento “POT: Discusión entre intereses y propósitos de ciudad” del urbanista Luis Fernando González Giraldo, nos presenta un diagnóstico crudo, pero necesario, sobre una ciudad atrapada entre intereses particulares y propósitos colectivos aún inciertos.
Yopal ha sido víctima de su propia bonanza. El auge petrolero trajo consigo un crecimiento demográfico explosivo —de 15.000 habitantes en 1995 a más de 194.000 en 2020— pero no así una planeación territorial coherente.
El perímetro urbano se multiplicó por más de cuatro desde 1979, pero buena parte de esa expansión carece de servicios públicos, infraestructura verde, o siquiera de ocupación real. ¿Resultado? Un territorio parchado, fragmentado, donde los ciudadanos viven lejos de las promesas del desarrollo.
El Plan de Ordenamiento Territorial (POT), más que una herramienta de gestión, se ha convertido en un terreno de disputa. Como lo señala González, es “un juego de intereses, una declaración de intenciones y una sucesión de consultorías”. La planificación ha sido rebasada por la especulación inmobiliaria, la urbanización informal y la falta de control institucional. En palabras claras: el POT ha servido más para legitimar negocios de tierra que para construir ciudad.
Entonces, ¿es un nuevo POT la solución? No necesariamente. El texto es enfático en que Yopal ya cuenta con normas suficientes para enfrentar sus principales retos urbanos —desde la informalidad hasta el riesgo ambiental— pero carece de algo mucho más profundo: voluntad política, capacidad institucional y ciudadanía activa. La ciudad necesita menos documentos y más decisiones valientes.
González Giraldo recuerda en su exposición que, según el MinVivienda “La vigencia de los POT es de tres períodos constitucionales completos. Estos se deben calcular a partir del momento en que el municipio adopta el instrumento y para mayor claridad se puede hacer referencia en la gráfica siguiente. Por ejemplo, si la adopción del POT se realizó a mediados de 2012, se entenderá que la vigencia de corto plazo incluirá todo el período constitucional hasta el 31.12.2019 y el siguiente período constitucional, ya que el período 2012-2015, no puede considerarse completo»

Es fácil señalar los errores del pasado. Lo difícil es asumir que la transformación de Yopal —o de cualquier ciudad— no depende solo de leyes, sino de cultura democrática, de gobernanza real, de un mercado de suelo regulado y de ciudadanos que no acepten ser espectadores pasivos.
Hoy, Yopal es una ciudad que se expande sin crecer. Pero aún puede crecer sin destruirse.
