SEPTIEMBRE 15 DE 1953 – SEPTIEMBRE 15– 2023. 70 AÑOS
POR: LIC. HERNAN FAJARDO BECERRA
ACADEMIA CASANAREÑA DE HISTORIA
EL DESARME GUERRILLERO:
“Monterrey festeja lo que es hoy un recuerdo más de la historia, cuando las guerrillas liberales del Llano silenciaron sus armas en ese municipio, ante el general Alfredo Duarte Blum.
Ese día, el 15 de septiembre de 1953, en el puesto militar de Monterrey, campesinos y colonos que se habían organizado para crear las guerrillas liberales del Llano, cansados de trasegar por la extensa sabana y el piedemonte llanero y de utilizar una herramienta ajena al azadón, decidieron atender los ofrecimientos del gobierno militar y hacer un alto en el camino para entregar sus viejos fusiles a cambio de la tranquilidad del armisticio”.
“Guadalupe Salcedo y sus hombres se cansaron de la guerra y de continuar el resto de sus días defendiéndose de las agresiones del Estado y sus fuerzas militares. Por primera vez ese Estado no los reprimía, les tendía la mano y les hablaba de pacificación”.
“Muchos campesinos, liderados por Guadalupe Salcedo, pese a sus reservas y resentimientos, comulgaron con la propuesta gubernamental de Rojas Pinilla que les llegó a través de unos volantes enviados desde el aire por una avioneta”.
“El comienzo del fin Allí iniciaba el fin de un movimiento insurgente, conformado con verguenza y honestidad que marcó la historia revolucionaria del país”.
“Aquella mañana soleada de septiembre 15 de 1953, el comandante Salcedo descendió del piedemonte llanero con un millar de hombres, mujeres, niños y niñas, cargando en sus rostros el fiel reflejo de quienes anhelan vivir y sentir el derecho a la vida, la libertad, la paz y el respeto por la vida”.
“Los libros de la historia y la misma prensa nacional reseñaron el hecho como un acto histórico, en donde las aguerridas guerrillas del Llano se acogían a la iniciativa del general Rojas Pinilla”.
“Según el libro Protagonistas de la Historia, el comandante Guadalupe Salcedo, antes de deponer sus armas y acogerse al armisticio envío un comunicado al gobierno central expresando el motivo de entrega de las armas”.
“No fue el hambre, ni la desnudez, ni la enfermedad, lo que nos hizo entregar las armas. Fueron el derecho a la vida, la justicia, la libertad y la nueva era de trabajo para todos los colombianos. No somos bandoleros, ni forajidos, sino hombres de bien, defensores de la democracia en Colombia sin embargo, los líderes de aquel movimiento campesino que se armó para defenderse de las hostilidades y la persecución oficial, y que luego entregó sus escopetas de fisto para encontrar tranquilidad y trabajar la tierra y así lograr que de sus entrañas brotaran los frutos de la sensatez y la libertad, poco tiempo después sus voces fueron silenciadas por el ruido de los fusiles de aquellos hombres que no desarmaron su espíritu”.
“Uno a uno fueron cayendo sin entender porqué no se les cumplió su deseo de trabajar y vivir dignamente como lo hacían en sus distintas parcelas, mucho antes de que la violencia partidista de los años 40 los descuajara de su terruño y los obligara a huir de la irracionalidad y del apasionamiento de caciques políticos que manipularon a su antojo la fidelidad política de sus seguidores y los condujeron al profundo abismo de la barbarie del cual, 70 años después, no hemos salido”.
“Por las amplias y calurosas calles de Monterrey se pasean hoy con el paso lerdo que obliga los años, algunos protagonistas de ese 15 de septiembre, guardando celosamente una cajita de recuerdos al lado de su corazón”.
NOTA ENVIADA POR LOS JEFES GUERRILLERO AL GENERAL GUSTAVO ROJAS P.
“En Monterrey, el 8 de Septiembre de 1953, se firmó un documento suscrito entre los principales Jefes Guerrilleros y el Gobierno presidido por el General Gustavo Rojas Pinilla, en el que los guerrilleros se comprometen a entregar sus armas y el movimiento forjado durante tres años y medio de lucha”.
El texto fue suscrito en los siguientes términos:
…” AL EXCELENTISIMO SEÑOR PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA TENIENTE GENERAL GUSTAVO ROJAS PINILLA:
“Motivados por nuestros altos sentimientos de colombianos, nos dirigimos efusivamente a vuestra excelencia para manifestar nuestra gratitud y nuestro apoyo moral y material a vuestro gobierno, por la labor que ha desarrollado en pro de la tranquilidad y bienestar de nuestra Patria”.
“Fue motivo de orgullo y satisfacción, tener entre nosotros al preclaro y pundonoroso oficial y Jefe de las Fuerzas Armadas de la República, señor Brigadier General Alfredo Duarte Blum quien tradujo exactamente vuestros sentimientos de honradez y progreso en beneficio de esta región de la Patria”.
“Por tal motivo los suscritos Jefes Revolucionarios y representantes del pueblo civil de los Llanos Orientales, damos a conocer a vuestra excelencia nuestra determinación sincera y espontánea, cual es la de deponer nuestras armas con decoro, bajo el amparo de vuestro gobierno y del pabellón de la patria, el cual flota hoy glorioso en nuestra nueva independencia y en el fondo de nuestros corazones, Dios guarde a vuestra excelencia…”
“Aparecen a continuación las firmas de los más influyentes Jefes Guerrilleros: José Guadalupe Salcedo U, Humberto Paredes, Rafael Calderón, José Raúl Mogollón, Marco A Torres, Marco A Parra, Jorge Chaparro, Jorge Vicente Perilla, Jorge Enrique González, Adán Chaparro, Maximiliano Ortega, , Miguel Trujillo, Antonio María Rincón y Carlos Neira Rodríguez, como representantes del pueblo civil.[1]
GUADALUPE SALCESO, JEFE DE LA GUERRILLA LIBERAL Y LA ENTREGA DE ARMAS LO CONVIRTIERON EN LA LEYENDA GUADALUPANA:
Actualmente la figura de Guadalupe Salcedo ha alcanzado niveles de leyenda que ha trascendido a todo el llano, a partir de Arauca, Casanare y Meta. En el imaginario popular se le percibe como un héroe, y se le toma como ejemplo del llanero ideal, comprometido con sus principios hasta dar la vida por ellos. Aunque se compusieron varios joropos y poemas que hacen referencia a la toma de Orocué, a otras célebres acciones militares lideradas por él y a la entrega de su grupo, después de los años setenta han caído en franco desuso.
No obstante, el brillo de la fama alcanzado por Guadalupe Salcedo, que llegó a niveles heroicos dignos de la tragedia griega, llevaron a un grupo de artistas a escribir la obra de teatro “Guadalupe años sin cuenta”, creación colectiva del Teatro La Candelaria, dirigido por el maestro Santiago García, con la colaboración del escritor Arturo Alape. La obra fue estrenada en 1975, contando con la participación de actores como Patricia Ariza, Francisco Martínez, Alfonso Ortiz y Álvaro Rodríguez.; donde se relata el abandono de los líderes políticos a las guerrillas liberales de los Llanos, la entrega de Salcedo y su asesinato, utilizando la leyenda como excusa para hacer un retrato.
Sobre la obra teatral Claudia Patricia Fonnegra, escribió[2]: “En Guadalupe se denuncia la manipulación de la memoria histórica por parte de las elites políticas de entonces, años olvidados por los liberales burgueses que se aliaron con las guerrillas de Salcedo para recuperar el poder perdido después perder las elecciones presidenciales de 1946, años ignorados por el gobierno conservador que llevó a cabo múltiples crímenes, primero en contra de los opositores del Gobierno de Mariano Ospina Pérez, y después en contra de los opositores de Laureano Gómez, años ignorados por quienes patrocinaron en 1953 la dictadura militar del general Rojas Pinilla. Tiempo no medido, sepultura del pasado, negación de la temporalidad es lo que se encuentra como principio de la obra. Sucesos perdidos, personajes, valores, corajes, luchas, odios se traen de nuevo al presente bajo el propósito de rescatarlos del anonimato y la indiferencia, en suma, del olvido. En Guadalupe tiene lugar el reconocimiento de un fragmento del pasado colombiano no contado, en el que se denuncia la traición y asesinato de Guadalupe Salcedo. Así que, Guadalupe no se limita únicamente a narrar un suceso particular, se trata más bien de
devolverle a un pueblo, a una región del país su voz, su presencia, sus muertos, su pasado, su memoria, por ende, la dignidad de su existencia e incluso la posibilidad de comprenderse en el presente, tal cual han sido forjados por la historia.”
GUADALUPE SALCEDO UNDA, Traicionado al desmovilizarse:
“El 15 de septiembre se firmó la paz con el gobierno, lo que significó la desmovilización de Guadalupe, decisión por la que algunos de sus compañeros lo criticaron. El 13 de junio de 1954, exactamente el día en que se celebraba el primer año del mandato Rojas Pinilla, su gobierno expidió el Decreto 1823 por medio del cual se declaró la amnistía para todos los delitos políticos cometidos antes del 1º de enero de 1954.
“Habiendo dejado las armas, Guadalupe se retiró a su finca Guariamena en el pueblo natal de su señora madre, Orocué, donde pasaría mucho tiempo, sin poderse sustraer a las actividades políticas.
“El 6 de junio de 1957, después que Rojas Pinilla dejara el poder, tras la creación del Frente Nacional, en el momento en que se daba la transición del gobierno militar al civil, todo por medio de la Junta Militar que gobernaba desde mayo, Guadalupe Salcedo Unda fue asesinado en Bogotá por la Policía, cuatro años después de haberse desmovilizado, como ya lo habían sido varios de sus compañeros en el Magdalena, Tolima, Huila y Santander. Así el régimen demostraba lo poco confiable que es al momento de llegar acuerdos de inclusión con quienes se han levantado en armas en su contra, como muchos años después se daría cuando se desmovilizó el grupo guerrillero M – 19 y su líder, ya como candidato presidencial, Carlos Pizarro Leóngomez fue asesinado en plena campaña”.
“Murió el hombre y empezó el mito. Guadalupe expresa la aventura vital del colombiano raso, mestizo y rebelde. El campesino con raza, pobre, libre y valiente. El colombiano que siempre se rebela, desde la Conquista, en la Independencia, durante las guerras civiles, en los azarosos tiempos de este siglo que termina en guerra, como terminó hace cien años otro. Intentó tardíamente, casi medio siglo tarde, una insurrección que le faltó a Colombia y que pudo haber barajado mejor el destino nacional de nuestro tiempo: una revolución como la mejicana. Tuvo el arrojo de Villa y el amor a la justicia en la tierra del gran Emiliano Zapata. Como ambos, cabalgó en armas y sueños por vastos llanos bajo soles de sangre. Cayó traicionado, como ellos. Y sobre su tumba sencilla, se levanta la dolorosa verdad de la historia latinoamericana y sobre todo colombiana: las luchas parecen ser siempre irreconciliables y jamás terminan en los papeles oficiales de la paz. Y para los rebeldes no hay un espacio político y tampoco les ha dado la oportunidad de morir de viejos. El valor de Guadalupe aún es una leyenda en los llanos”.
ESCENARIO DE LUCHA DONDE SURGE EL MITO DE GUADALUPE
¡Viva la revolución, mueran los chulavitas* *! Así, insensiblemente, se desató por toda la Llanura una ola de guerra.
En el inicio del conflicto armado en los Llanos, los comandantes tenían claro y veían la necesidad de explicar a las gentes el porqué de esta lucha, que no bastaba con echar tiros y galopar día y noche. Era necesario enseñar el contenido político de la revolución, cada hombre debía saber por qué hacía el sacrificio de su vida.
En una reunión de los primeros comandantes se plantean interrogantes como los siguientes: ¿Ustedes saben por qué pelean?, ¿Y qué es la revolución? La respuesta a estos interrogantes nos la narra Eduardo Franco Isaza en su libro “Las Guerrillas del Llano”. “En el fondo de todo esto existe una causa común: el hambre y el cansancio de un pueblo fatigado de tanto servir y batallar sin resultado, siguiendo siempre un camino lleno de obstáculos, de escalerillas, de antesalas. Empujando aquí, angustiado allá. Siempre en espera interminable de algo que tiene a la vista y jamás alcanza. Porque su condición es esa: no alcanzar nada. Pasar por la vida, como un mendigo, mirando ricas vitrinas, masturbándose intelectualmente y seguir, seguir de quicio en quicio, leyendo unos letreros. “Todos somos iguales” … “Todos tenemos las mismas posibilidades” … “Defiende a tu patria, ama a la democracia” …” Amaos los unos a los otros” … La paz sea con tigo” … El hambre no se quita, las puertas están cerradas… Pero la insurgencia Popular Armada de los Llanos Orientales fue esencialmente un movimiento de defensa del pueblo liberal contra la política de “sangre y fuego” de la dictadura conservadora. Su expresión política más notable fue la defensa intransigente de un ideario liberal cuyo significado era apenas vagamente captado por los miles de colombianos que empuñaron las armas en su
nombre. Se trataba de la necesidad vital de resistir a la violencia conservadora, de darle plomo a los “chulavitas” y de pelear por ideales difusamente libertarios y democráticos (“ser libres”…”no dejarse humillar” ), sin vislumbrar otra alternativa más acorde con los intereses auténticos de la clase que protagonizaba esta lucha.
El mundo se enteró del proceso de paz y la entrega de armas de las “Guerrillas Liberas”, por: Ann Kipper Corresponsal de la Agencia France Press.
A continuación, se transcribe el artículo elaborado por la periodista única miembro de la prensa internacional que estuvo presente en las ceremonias de entrega de las armas guerrilleras:
UN ESPECTÁCULO QUE NO SE PUEDE OLVIDAR[1]
Por: Ann Kipper
Corresponsal de Agencia France Press.
Bogotá, septiembre 14 (AFP)
“Acabo de asistir a un espectáculo que sólo se ve en la vida: vi, en un rincón situado en el corazón de la llanura que se extiende al oriente colombiano, un ejército “fuera de la ley” armado de fusiles de los más variados, inclusive grases del siglo pasado, vestidos sus componentes con las más abigarradas indumentarias a veces sin camisa descalzos y casi todos desdentados, puestos en guardia, haciendo el saludo militar, deponer sus armas y recibir el abrazo del general Duarte Blum, comandante en jefe de las fuerzas armadas colombianas. Vi entre los guerrilleros a niños aún blandiendo enormes cuchillos y exhibiendo sus cuerpos con cicatrices impresionantes”.
“La escena tuvo lugar en el sitio llamado Cantaclaro, cerca de San Martín, en los Llanos Orientales en donde la paz ha tomado después de casi cuatro años de guerra, la más sangrienta que esta parte del mundo haya visto después de las guerrillas mexicanas de Pancho Villa. En las dependencias de una finca abandonada por los habitantes, el alto comando había hecho levantar mesas e instalar la oficina provisional en donde se iban a distribuir salvoconductos que permitieran deambular libremente a esos hombres que, por espacio de largos años de aventura, había vivido al abrigo de regiones inexploradas”.
“El general Alfredo Duarte Blum uno de los oficiales más inteligentes y más humano que el presidente Teniente General Gustavo Rojas Pinilla cuenta entre sus colaboradores, llegó allá justo con su Estado Mayor. Eran las 14:05 locales y el sol del trópico ardía terriblemente cuando vi salir de uno de tantos caminos un espectáculo asombroso: vi al primer guerrillero que hizo su entrada. Llevaba un gorro rojo escarlata adornado de cintas con los colores de la bandera de Colombia. Lo seguía un joven que llevaba también un gorro escarlata y un chal rojo sangre que le caía hasta las rodillas. Tras ellos avanzaba un hombrecito encorvado que llevaba un casco de acero alemán de la primera guerra mundial. Luego venían más de cien guerrilleros del grupo de Dumar Aljure, jefe insurgente de origen libanés”.
A paso de ganso
“Ciento treinta y dos hombres en pingajos, con pantalones militares remendados y de todo color, gorros y sombreros desgarrados y todos descalzos, desfilaron al paso de ganso ante el General Duarte Blum, cuadrándose, formados en parada impecable, del lado izquierdo del campo preparado para la ceremonia. Los últimos en entrar fueron seis niños, el más joven de los cuales, un muchachito rubio de mirada torva y con la mejilla señalada por una roja cicatriz, hacia todo lo posible para mantener un aire de marcialidad. No obstante, cuando creía que nadie reparaba den él, asía la mano de su vecino de más edad, el cual sólo tenía siete años. A continuación, Dumar Aljure, hombre esbelto y moreno, con la mirada penetrante y autoritaria, pasó revista a su tropa; volvió sobre sus talones, hizo el saludo militar ante el general Duarte Blum, y dijo: “Mi general, los guerrilleros del grupo de Aljure se os presentan”. Al mismo tiempo y del otro costado, un hombre se adelantó y dijo: “Mi general: los guerrilleros conservadores de la paz de la región de San Martín se presentan a vos”. El general pasó revista a las dos tropas, estrechó la mano y abrazó a todos y cada uno; habló largo rato con el pequeño guerrillero de siete años, el cual se sonrojo; luego, dirigiéndose a los unos y a los otros, el general Duarte dijo: “La lucha ha terminado. Todos somos colombianos. Debemos olvidar y perdonar a nuestros enemigos y todos de acuerdo debemos trabajar en la reconstrucción de nuestro país”. Una vez más los guerrilleros presentaron las armas: los que sólo tenían revólveres y conservan las manos libres aplaudieron, mientras los más jóvenes, con las manos sobre las costuras del pantalón, dieron un salto en su lugar. Aljure, el jefe de las guerrillas liberales, pasó al lado ocupado por sus enemigos conservadores de la víspera y les estrechó la mano”.
“El momento crucial de la ceremonia había llegado: uno tras otro los insurgentes desfilaron entre las mesas, recibieron sus salvoconductos y entregaron a los oficiales sus fusiles, ametralladoras y sus revólveres”.
“Todos parecían menos conmovidos de lo que se hubiera podido suponer porque, más allá de las armas de que se habían servido durante largo tiempo para matar como para defenderse, entreverían el porvenir: en efecto, del sitio en donde depusieron sus armas pasaron a un patio en donde se les dio vestimenta completa, alimentos y un utensilio de trabajo. En el patio de la finca el general Duarte me mostró las armas y cartucheras que acababan de deponer los guerrilleros: al lado de fusiles y ametralladoras americanas de último modelo, se erguía una torcida, larga y solitaria carabina de fabricación belga de la fábrica nacional de Lieja, cuya culata estaba atada al cañón—por medio de alambre. Entre las municiones de último modelo se encontraban grandes balas francesas, grases cargados con pólvora negra, los cuales, dijo el general fueron importados a Colombia hacia finales del siglo pasado. Se cree que al terminar la Guerra de los Mil Días fueron colocados en un lugar seguro por los abuelos de los guerrilleros que más tarde los utilizaron”. (El Tiempo)
[1] . Tomado de: La Revista: Credencial Historia (Bogotá-Colombia) Edición 202 Octubre 2006.