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VEINTE AÑOS DESPUÉS DE SU DESAPARICIÓN, MARISOL AL FIN PUDO DESCANSAR EN PAZ

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Más de veinte años duró la ausencia de una joven cuyo cuerpo fue devuelto a instancias de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) en una diligencia en la que participaron familiares y vecinos de su familia que por más de dos décadas buscó su regreso a casa.

Se trata de MARISOL ROJAS ARÉVALO, quien en su última llamada se comunicó con su progenitora, diciéndole que se había ido a cocinar «para unas personas», en una finca en Puerto López, diciendo que se volvería a comunicar y encargando el cuidado de su hija que por entonces era una niña de corta edad.

Sin embargo, la joven que contaba con 20 años de edad jamás volvió a comunicarse con su familia.

Luego de la larga ausencia y ante el interés que la familia de MARISOL expresó a la UBPD en 2020 se dio inicio a la investigación no judicial y humanitaria del proceso de identificación del cuerpo que fue realizada a través del grupo interno de trabajo territorial de dicha entidad en Yopal.

La Unidad mantuvo permanente comunicación y varios diálogos con la familia para ampliar la información para la búsqueda. También, se realizaron toma de muestras genéticas que aportaron a la confirmación de identidad en una labor articulada con Medicina Legal hasta lograr una coincidencia de perfiles genéticos entre la madre de MARISOL y un cuerpo esqueletizado recuperado por la Fiscalía General de la Nación y que permanecía en la sede de dicha entidad en Bogotá.

“Es el trabajo conjunto lo que nos permite llegar a este resultado y a un relacionamiento muy positivo con la familia; que ha estado muy abierta a la búsqueda y pendiente de todo el proceso”, dijo Ibeth Cáceres, funcionaria del grupo de trabajo interno del Casanare quien lideró la entrega desde la entidad.

ENTREGA DIGNA

El acto de entrega digna de sus restos, comenzó con un encuentro en un salón reservado de un hotel de Villanueva, sur del Casanare, donde Leonor tuvo la ocasión de expresar la calidez y el sentimiento filial por MARISOL, junto a sus hijos, nietos, bisnietos y sobrinos.

Ella y sus familiares revivieron la figura de MARISOL con el recuerdo de los momentos especiales que vivieron junto a ella.

“Su música preferida era la norteña”, dijo uno de los hermanos mientras sostenía la foto donde Marisol sonríe a la cámara, llevando puesto un sombrero y cabalgando un asno en medio del campo y recordaron que uno de sus gustos era la cocina… En tertulia familiar, se dieron cuenta que la mayoría conservan todavía objetos suyos: un caldero, una correa, unos cubiertos y una paloma blanca.

Contrario a sus tíos, Carolina, la única hija de Marisol, no conserva recuerdos de su mamá.

Marisol, desapareció cuando ella apenas era una niña. Asegura que esa ausencia le cambió la vida, pero trata de mantener el lazo familiar con sus tíos y abuela. Mientras le muestra la foto a sus dos pequeños hijos, explica que su sentimiento es diferente al de sus tíos, pero igualmente los acompaña y comparte con ellos.

Marisol tendría unos 20 años de edad cuando ocurrió su desaparición. Su familia presume que fue engañada con alguna oferta de trabajo. Lo único que todavía se preguntan, es ¿cómo pudo haber transitado por un corredor vial desde Casanare hasta el Meta sin ser vista? Pues según recuerdan, en esa época los grupos subversivos tenían el control total de las vías locales y los ciudadanos no podían movilizarse libremente.

SOSIEGO PARA LA FAMILIA

El sepelio de MARISOL se realizó en el cementerio veredal del centro poblado de San Agustín hasta donde llegó la familia con el alivio de sentir que su ser querido volvía a estar con ellos.

“Ya la sacamos de esa fosa, donde no debería estar, y pudimos darle cristiana sepultura en camposanto. Ella va a descansar y nosotros también», dijo María Eugenia Rojas, hermana de Marisol.

El regreso al poblado lo hicieron por una carretera que está sin pavimento en su mayoría, lo que hizo disminuir la velocidad de los vehículos y durante los 20 minutos de trayecto, doña Leonor miró el camino y aseguró que, aunque la vía estaba en mal estado, en años anteriores fue peor, pues son esos caminos los que ha recorrido toda su vida.

Fue en San Agustín donde sus 6 hijos crecieron rodeados de la vida del campo en un ambiente familiar y unido. Marisol era la menor. “Era la ‘cuba’. Después que se me desapareció, me parecía mirarla llegar a la casa”, recuerda.

En la vereda les esperaban más familiares, amigos y vecinos, que acudieron a despedir a la amiga, vecina y compañera de juegos de infancia a quien muchos de ellos vieron crecer entre las escasas calles del lugar.

Las campanas de la parroquia sonaron para anunciar el inicio de la ceremonia litúrgica. Al terminar, globos blancos acompañaron el recorrido a pie hasta el cementerio, donde fue sepultado su cuerpo junto a la tumba de su papá don José Gabriel Rojas.

MARISOL aunque nació en Villavicencio, fue criada en San Agustín, donde aún vive gran parte de su familia. Regresó para decir adiós, tras pasar más de 20 años desde su desaparición.

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