POR: Lic HERNAN FAJARDO BECERRA
(Miembro de la Academia Casanareña de Historia)
Desde tiempos muy remotos, la celebración de la «Fiesta de la Virgen de la Candelaria» en Orocué, ha sido una fiesta indígena.
Ricardo Sabio, en su obra «Corridos y Coplas», comprendió esta situación y la explicó.
“La fiesta indígena se caracterizaba por ser un espacio en que los sálivas, guahibos, y piapocos se encontraban, aprovechando el verano y su devoción a la Virgen para realizar intercambios. Para la ocasión se preparaban los asistentes con meses de anticipación.
«El alférez encargado de la fiesta durante un año, cultivaba los productos necesarios, especialmente la caña para el guarapo y la yuca para el casabe y la cativa. El alférez era nombrado en la fiesta del año anterior, previa la entrega del bastón y la bandera. Él era el responsable de que la fiesta saliera bien».
Igualmente, relata el desarrollo:
«Entran al pueblo de Orocué, recorren las calles bailando por parejas, en largas hileras. Los músicos con fotutos y tambores, adelante. Detrás, la columna de parejas: la mujer con el brazo en la cintura de su compañero, y el hombre con una palma real acomodada a la espalda con sus hermosas hojas al viento.
«Es algo fantástico y atrayente. Como el baile es de noche, tiene un sentido de funerales. Dos pasos hacia adelante y uno hacia atrás, a las cadencias de la música de los fotutos y golpe de tambores. En cada esquina forman una rueda danzante y cogen de nuevo la hilera. Todos van en dirección de la casa del alférez para probar el guarapo que, en enormes canoas, se revuelve solo. Luego se instalan en los campamentos levantados en las sabanas para iniciar todo el programa de sus fiestas”.
«El 2 de febrero se hacen las ofrendas a la Virgen entrando a la iglesia con las palmas a las espaldas y bailando dan vuelta al altar.
«Luego se hace el relevo del alférez, mediante la entrega de una bandera blanca.
«En el nombramiento del alférez participaban los representantes de diferentes comunidades y etnias. Al salir de la iglesia danzaban por las calles del pueblo hasta el mediodía, momento en que se acaba la fiesta de los indígenas.
«Con la fiesta de la Candelaria los indígenas Sálivas reivindican a Orocué como suyo y cada año lo reafirman en el mes de febrero bailando con sus palmas al son de sus tambores y fotutos, por el pueblo y en la iglesia».
Ahora bien, a mediados del siglo pasado dicha celebración se vio influenciada por la «fiesta llanera» que de forma paulatina les dio otro significado a estas celebraciones.
Actualmente, estas fiestas permiten coincidir como lugar de encuentro para el comercio, la política y las celebraciones de tipo religioso como bautizos y matrimonios.
Entre las actividades para esos días se encuentra la interpretación de música llanera, coleo, baile, carrera de caballos, misa, procesión, así como la danza de los indígenas el día 2 de febrero, que aún se conserva como la gran tradición en honor a la Virgen de la Candelaria.