El sol abrasador de Maní, Casanare, iluminaba los rostros emocionados de 49 familias que, después de casi tres décadas de lucha, al fin pisaban un terreno propio. No era cualquier pedazo de tierra. Era el predio Dinamarca, 628 hectáreas adquiridas por la Agencia Nacional de Tierras (ANT) para restituirles parte de lo que les arrebataron hace 28 años en la antigua Hacienda Bellacruz.
La herida de La Hacienda Bellacruz
En 1996, el sur del Cesar fue testigo de uno de los episodios más oscuros del conflicto armado colombiano.
Paramilitares irrumpieron en la Hacienda Bellacruz, expulsando a las familias campesinas que la habitaban, bajo la excusa de que aquellas tierras pertenecían a la familia Marulanda. Lo que siguió fue una tragedia de despojo y terror: casas quemadas, cultivos arrasados y vidas truncadas.
John Solano Rangel, quien hoy es uno de los beneficiarios del predio en Maní, recuerda con amargura cómo, a sus 11 años, vio cómo su infancia se desmoronaba entre gritos y fuego. “Nos amarraron, nos cortaron la ropa con cuchillos y con un látigo al que llamaban ‘Martín Moreno’ nos dieron golpes tan fuertes que nos arrancaron pedazos de carne”, relata con la voz entrecortada. “Mataron a mi padre y su cuerpo duró cuatro días botado en el cementerio. Decían que si los hijos llegábamos a recogerlo, nos enterrarían junto a él”.
Justicia tardía, pero al fin justicia
La lucha por la restitución de tierras fue ardua. Año tras año, estas familias tocaron puertas que parecían cerradas para siempre. Pero en marzo de 2025, el Gobierno del presidente Gustavo Petro les hizo justicia. El asesor de la Dirección de la ANT, Harold Barreto, quien lideró el proceso, destacó que este era un paso crucial hacia la reparación del campesinado. “Con el predio Dinamarca en el municipio de Maní, hoy el Gobierno reparó a estos campesinos y campesinas con predios productivos, en los que van a poder cultivar y tener una vida digna, lejos del conflicto armado”, afirmó.
La ANT también les brindará acompañamiento para desarrollar proyectos productivos y garantizar la soberanía alimentaria de las familias. Isaías Cañizares Navarro, representante de la Asociación Campesina Víctimas de Desplazamiento Forzado, no pudo ocultar su emoción: “Hoy nos encontramos en el predio Dinamarca llenos de alegría. Estamos cerrando un capítulo doloroso y comenzando otro lleno de esperanza”.
Renacer en el campo
Bajo el cielo despejado de Casanare, la lideresa Yaneth Galvis miraba el horizonte con optimismo. “Somos 49 familias beneficiarias de la Reforma Agraria, y entre nosotros hay 22 mujeres cabezas de hogar. Queremos que nuestros hijos crezcan en paz, labrando estas tierras fértiles que hoy son nuestras”, expresó.
Aquí, en Dinamarca, el sueño de un futuro mejor comienza a germinar.
Los campesinos planean sembrar yuca, plátano y frutales, con la esperanza de construir una economía rural que garantice su estabilidad. “La tierra es vida. Ahora sí vamos a poder sembrar y cosechar en paz”, concluyó Solano, mientras el viento de Maní parecía llevarse, al fin, el peso de tantos años de injusticia.
